Comprender las relaciones sociales, las posibilidades que tenemos de colaborar o de defendernos de los demás, es algo que sugiere un videojuego como Spore, aunque sus criaturas no tengan forma humana. Simulando mundos y sociedades que viven en ellos,  podemos comprobar cómo la evolución de una especie depende no solo de su desarrollo físico sino también de la capacidad para relacionarse y vivir en comunidad.